Después de pasar unos días en Bangkok tenía claro que, tras dos veranos consecutivos de eternas jornadas laborales sin días libres, lo que más me apetecía era playa, sol, buceo y relax. Sentarme en una playa de arena blanca y aguas turquesas y respirar hondo. Respirar… antes de empezar el viaje. “¡Pero si te fuiste el 20 de octubre!”. Sí, con los aviones puedes mover tu cuerpo a unos mil kilómetros por hora hacia la otra punta del mundo y en trece horas estar en Tailandia, pero para llevarte también la mente hace falta más tiempo. Ahora lo que buscaba era traérmela también a ella. Ponerla en “modo viaje”. Seguir el consejo que me escribió una profesora de inglés que conocí en Oxford, como dedicatoria, en un libro que me regaló: “Relájate, recuéstate y… disfruta del camino”.
Y para ello nada mejor que ir a una isla a la que ya le había echado el ojo hace tiempo: Koh Tao.
Situada en el Golfo de Tailandia, es la hermana pequeña de un conjunto de tres islas: Koh Samui, Koh Pha-Ngan y Koh Tao. Esta pequeña isla tiene un dato curioso, con sus solo 21 km2 es el lugar del mundo que más certificados de buceo entrega cada año.
Así que, tomada la decisión y después de preguntar en varias agencias, compré mi billete combinado de autobús y barco. Hay dos compañías que hacen ese trayecto. Por recomendación, yo utilicé la compañía Lomprayah y la verdad que no me defraudó. Los autobuses son grandes, cómodos y hasta te dan una mantita. Hice el trayecto de noche. Salimos de Bangkok a las 21:00 y llegamos a Chumphon ocho horas más tarde. El viaje genial. Interesante conversación con una chica brasileño-china que, por cosas de la vida, también hablaba español y luego a dormir el resto del trayecto. Llegamos a Chumphon a tiempo para ver amanecer. Tuvimos que esperar un buen rato a que viniese el barco, pero con estas vistas no me importaba esperar.
En el puerto de Koh Tao me dio la bienvenida la campeona del mundo del juego “piedra, papel o tijera a 30 metros de profundidad” y mi instructora en el curso avanzado de buceo, Berta. Me llevó a la escuela, me enseño la habitación en la que me quedé las primeras noches y me explicó en qué iba a consistir el curso y todo lo demás que le pregunté.
En la isla hay centros de buceo como para pasarse días y días buscando el que más te guste, pero mi afición por leer blogs de viajes hizo que no me hiciese falta investigar. Tenía claro, antes de pisar Tailandia, cual iba a ser el centro de buceo con el que siguiese mi formación: Ihasia Diving Koh Tao. Es un club de buceo que imparte cursos en español y que ha cumplido con todas mis expectativas. No he podido conocer a su dueño, el famoso “Brujo”, porque justo llegué cuando él no estaba en la isla. Aun así, esa combinación perfecta de buen rollo, colegueo, profesionalidad y calidad de enseñanza es digna de destacar. Es… como si bucearas con unos amigos pero con la seriedad de una escuela de categoría. Cuando vuelva por aquí ya sé a dónde ir.

Ihasia Diving Center Koh Tao
Una vez instalado me moría de ganas de meterme en el agua. La playa elegida para mi primer chapuzón en aguas tropicales fue la preciosa “Freedom”. Ahora que lo escribo, me acabo de dar cuenta de una cosa… ¿Sabéis cómo se llama la calle en la que está la parada de metro en la que me bajaba para ir a trabajar? “Avenida de la libertad”. ¿Sabéis cómo se llama la calle en la que vivía en Oxford a principios de año? “Freelands”. Parece que la palabra libertad me persigue. ¿O soy yo el que la persigue a ella?
Sea como sea, me encantó esa playa, con sus árboles que crecen en la orilla y de los que cuelgan hilos llenos de conchas y trozos de coral, su columpio en el que te puedes sentar mientras tienes las piernas metidas en sus cálidas y cristalinas aguas…Definitivamente, el paseo que nos dimos para encontrarla mereció la pena.
Estuvimos en el agua hasta que el estómago nos pidió ir a un restaurante, así que con los dedos arrugados como pasas volvimos a la escuela y comimos allí, en medio de conversaciones sobre viajes y buceo. Allí se nos unió una simpática pareja argentina y los cuatro juntos fuimos a ver el atardecer a uno de los mejores puntos para hacerlo: Banana Rock. Una playa a la que se llega desde donde estábamos atravesando unas empinadas ¿carreteras? no muy adecuadas para caminar en chanclas pero, una vez más, el camino mereció la pena.
Y al día siguiente… ¡curso avanzado de buceo! Una sesión de teoría sentados en un banco con los pies metidos en la arena, unos ejercicios con la brújula y al agua. Una primera inmersión con ejercicios de flotabilidad que fue muy bien, otra de orientación en la que si hubiese sido por mi todavía estaríamos buscando el barco, descansito para comer y a por la nocturna. La inmersión nocturna era la que más ganas tenía de probar y aunque la visibilidad no era muy buena, las sensaciones fueron espectaculares. Estar metido en el agua de noche, viendo solo la zona que alumbra tu linterna fue toda una experiencia y además vimos una sepia bien grande :).
A la mañana siguiente tocó madrugar. 6:45 en la escuela. Una inmersión profunda, a 30 metros, en la que mi orientación fue mejorando y el uso del ordenador de buceo perdió todo su misterio. Y la última, en la que yo guié la inmersión y, aunque en algún momento tuve que pararme a mirar la brújula y el mapa que llevaba dibujado en la pizarrita, también fue bastante bien.
¡Y conseguido!, en dos intensos días de buceo obtuve mi certificado de buceador avanzado que te permite, entre otras cosas, meterte un poco más abajo.
Y para estrenar el nuevo título… ¡A bucear en un barco hundido! El Sattakut es un barco de la Segunda Guerra mundial que perteneció a la marina de Estados Unidos. Y, con sus 50 metros de eslora, verlo bajo el agua es alucinante. Iba tan maravillado de lo que estaba viendo que sin querer, al cruzar una puerta, me pegué demasiado a un lado y me hice un pequeño corte en el dedo, pero nada que un poco de betadine y una tirita no puedan solucionar.
Y así fueron pasando los días en Koh Tao, entre playas paradisíacas, aguas cristalinas, arrecifes de coral, batidos de frutas y buena gente.
Más moreno y más relajado, ha llegado el momento de poner rumbo al norte, esa parte del país que también tengo muchas ganas de conocer. Pero sé que dentro de algunos meses voy a volver a esta zona para explorarla detenidamente, para perderme entre sus arrecifes y… para volver a respirar profundamente.
Jo mi niño! Veo todo a traves de tus ojos y de tu forma de escribir. Que maravilla de paisajes. Que rapido pasa el tiempo! 1 mes y 9 dias y todo lo qie has visto y echo ya!! Y lo que te queda y a mi! Porque estoy viajando contigo cariño. ???
Me alegro que te guste 🙂 :).
Sí, he hecho ya tantas cosas que me parece que llevo un montón de tiempo, no solo un mes y pico.
Un beso eeeenorme!
Qué lindo recordar ese atardecer en el Banana Rock!! Y qué lindo ver las fotitos acá!! Abrazo desde Bs As Felipe!
Fue un comienzo de viaje estupendo. Ahora, casi cuatro meses después, voy a volver a Koh Tao y después pondré rumbo a Malasia e Indonesia, donde el buceo se convertirá en una parte muy importante del viaje.
Ojalá mi vuelta a Koh Tao sea tan genial como lo fue la primera.
Espero que todo les vaya re-lindo en Buenos Aires y que nos volvamos a encontrar.
Un abrazo muy fuerte desde Bangkok.