Desde Don Det, una de las “4000 islas” que flotan en el Mekon a su paso por el sur de Laos, compramos los billetes de autobús hasta Kratie, en Camboya. El ticket, por 23 dólares americanos, incluye el barco que te lleva a tierra firme, un autobús hasta la frontera y, una vez en Camboya, otro hasta Kratie.
Había escuchado muy malas críticas de esa frontera y es que los engaños, extrañas tasas y oficiales corruptos son algo habitual. Nosotros no tuvimos demasiados problemas… pasamos por el aro de pagar dos dólares para que te pusiesen el sello de salida de Laos. Una ligera discusión con un tipo que nos decía que el reconocimiento médico era obligatorio (te miden la temperatura por un dólar y te dan un papel para que tengas constancia de que te han engañado) y poco más.
El proceso consiste en pasar por el puesto fronterizo de la parte laosiana, donde te ponen el sello de salida. Recorrer andando unos 100 metros de tierra de nadie. Ignorar al que te dice lo del reconocimiento médico e ir directo al puesto fronterizo del lado camboyano donde, previo pago de 35 dólares y rellenar el formulario típico, te pegan tu nuevo visado en la hoja del pasaporte que más les gusta. Pasas por la caseta-oficina que hay al lado para que te pongan el sello de entrada y listo. Tienes 30 días para disfrutar de Camboya.

Llegamos a Kratie al anochecer y la famosa simpatía del país de la sonrisa no tardó en aparecer.
Miradas y sonrisas no paran de acribillarte, vayas por donde vayas. Quizás ayudaba el ir a todas partes con una exótica chica suiza, de 1.80, melena rubia y ojos azules. Yo no podía parar de fijarme en cómo se desviaban las miradas a nuestro paso.
Los “hello” acompañados de un gesto con la mano son intrínsecos a cualquier paseo por las calles de Kratie y, como descubriría más tarde, a cualquier paseo por cualquier rincón poco turístico de Camboya.

Solo llevaba cinco minutos en el país y ya sabía que nuestra relación iría para largo.
A la mañana siguiente, fuimos a dar un paseo por su mercado. Me encantan los mercados y Asia tiene miles de ellos. Los mercados rebosan vida, una vida de una mañana normal y corriente, en la que la gente está inmersa en sus labores cotidianas. Unos ofreciendo sus productos como forma de subsistencia y otros buscando los ingredientes para la comida de ese día.


Otra vez, miradas y más miradas. Sonrisas y más sonrisas.
Por la tarde, buscamos aquello por lo que habíamos fijado los ojos en Kratie. No estábamos muy seguros de si hacerlo ese día o dejarlo para mañana, porque ya era un poco tarde, otra vez, como ya me ha pasado varias veces en el viaje, el momento elegido fue perfecto.
Fuimos a buscar un tuk tuk que nos llevara al embarcadero donde se puede coger un barquito para intentar ver los extremadamente raros delfines de Irrawaddy. Nos llevó, nos esperó allí y nos trajo por tres dólares cada uno (éramos tres).
El delfín de Irrawaddy, similar en apariencia a las belugas, se puede encontrar a lo largo de 190 km del río Mekon, entre Laos y Camboya. Llegan a medir 2.3 metros en su edad adulta y su rango de pesos está entre los 90 y 200 kg. Lamentablemente, como tantos magníficos animales, están en peligro de extinción.
El camino hasta llegar al embarcadero, a unos 15 km al norte de Kratie, también es bastante interesante. La baja velocidad que tiene que llevar el tuk tuk debido al pésimo estado de la carretera te permite ir contemplando las casas que hay a ambos lados de la misma y la vida que se hace en las mismas.


El precio de la excursión ya está fijado. 7 $ para tres o más personas y 9 $ para menos de tres. A pesar de ser la atracción turística estrella de Kratie no había demasiado gente. Vimos solo dos barcos más. De todas maneras, tampoco es que hubiese muchos occidentales en Kratie.
Como en todas las excursiones de avistamiento de cetáceos, hay que comprender que son animales salvajes y que si quieres verlos de cerca y con detalle este no es el lugar.
Aun así, yo lo disfruté enormemente. Salían a la superficie a menudo y aun que solo fuera un segundo pude pillarles en alguna foto.


Si antes decía que elegimos el momento perfecto fue porque coincidió con el atardecer. Dicen que uno de los más bonitos de Camboya.


Unos excelentísimos primeros días. Una maravillosa bienvenida. Un lugar ideal para empezar a entrar en contacto con este fascinante país. Aun que no me entretendría demasiado… Los imponentes Templos de Angkor, uno de los puntos fuertes de mi viaje, me esperaban en la próxima parada y yo ya casi podía sentirlos.

Bueno ahora ya si que se que camboya es otro de los paises que tengo que visitar obligatoriamente en mi vida!!! Cualquiera se resiste con tu relato!! ???
Me alegro de que te guste. Y sí, la verdad que Camboya bien merece una visita 😉
Estoy fascinado alucinado y orgulloso de ver todo esto que estas haciendo.
Espero que te lo sigas pasando en grande
Y que todo esto te sirva como gran experiencia en un futuro que deseo que sea GRANDE.
UN BESO MUY GRANDE DE TU TÍO QUÉ TE APRECIA UN MONTÓN.
Hola!
Muchísimas gracias! Todavía tengo mil cosas que contar pero los buenos momentos se suceden más rápido de lo que escribo. Y encima llevo 3 semanas en Myannmar, donde todo lo bueno que tiene el país lo tiene de malo su conexión a internet. Pero en breve pondré más cosas ;).
Tengo página de facebook del blog donde voy subiendo cosas más a diario. Si alguno usais facebook en casa podeis seguirla. (Por alguna parte de está página se le puede dar a «me gusta»)
Aun que ya os contaré bien en persona en unos meses 😉
Un beso enorme, tío!