Hay países que, de alguna forma, te llaman, te atraen, te seducen. Países a los que, involuntariamente, se te van los ojos cuando estás delante de un mapa mundi. Países con los que no puedes separarte de la televisión, cuando salen en algún programa.

A mí me pasa con muchos, para que nos vamos a engañar, pero esa larga lista de países la ha encabezado desde siempre el mismo: Nueva Zelanda.

 

Nueva Zelanda (3)

 

No sé el porqué exactamente. Y no es que Nueva Zelanda no tenga motivos para querer ir, ni mucho menos: paisajes espectaculares, una naturaleza desbordante, ballenas, delfines, leones marinos y hasta pingüinos. Pero es algo que va más allá de lo racional. Quizá tenga que ver con el hecho de que son nuestras antípodas, el lugar más lejano al que puedes ir desde España y que para llegar hasta allí, tengas que darle la vuelta al mundo.

Muchas veces me han preguntado por qué el Sudeste Asiático. En otro post daré los motivos, que para mí, hacen de Asia un continente tan fascinante como para perderte meses y meses por él. Pero hoy quiero contar qué hizo que me fijara en Asia, dónde comenzó la idea de ese viaje que tanto me ha dado en esos maravillosos siete meses y qué papel jugó Nueva Zelanda en todo ello.

 

Milford Sound, Nueva Zelanda.

 

Allá por el 2009, en mi primer año de universidad, descubrí unas maravillosas becas de idiomas. Y lo hice gracias a mi buen amigo Omar, que se pasó tres semanitas en Nueva York estudiando inglés y dándome mucha envidia. Aquellas becas que, por cierto, nunca conseguí, consistían, básicamente, en que el gobierno te daba una cantidad de dinero para estudiar en el extranjero durante un mes aproximadamente en los meses de verano (más o menos, creo recordar que eran de mayo a octubre). El dinero que te daban variaba dependiendo del destino que eligieses: para Reino Unido e Irlanda era una cantidad, para Estados Unidos y Canadá otra, y para Australia y Nueva Zelanda, otra. ¿Adivináis por cual me interesé yo?

 

Nueva Zelanda (1)

 

No paraba de leer. La lista de “favoritos” de mi navegador rebosaba de páginas sobre Nueva Zelanda. Y un día, en alguna de ellas alguien hablaba de una chica que años después tuve la suerte de conocer, y de hasta compartir una moto-taxi en la noche de Bangkok. Carmen Teira que, por ese entonces, acababa de ganar el Premio Bitácora al Mejor Blog de Viajes con Trajinando por el mundo.

Con ella fue con quien empecé a pensar en “Y… si ahorro lo que pueda y además de estudiar inglés durante un mes en Nueva Zelanda, hago alguna paradita por Asia y así aprovecho para ver algún otro país”. El sentimiento de querer viajar venía de mucho antes (algún día hablaré de ello también), pero ese fue el momento en que se encendió la bombilla, en el que descubrí que otra forma de viajar, más allá que irse de vacaciones, era posible. Como dirían los chicos de Mochileando por el Mundo, mi “big bang viajero”. Y desde ese entonces, cada vez que tengo delante un mapa del mundo, me hago la misma pregunta: “¿Y si…?”

 

Nueva Zelanda (2)

 

Por eso Nueva Zelanda es un destino tan especial para mí. Y por eso también, cuando enumero los motivos por los que quiero ir, tengo la sensación de que no estoy siendo del todo sincero.

En el fondo sé, que voy a Nueva Zelanda por una sola razón: siento que tengo que ir.

 

(Todas las fotos son por cortesía de mis-compañeros-de-mesa-comiendo-durián y amigos María y Francesco de Nuestas huellas el camino)