He subido al edificio más alto del mundo, he paseado por el centro comercial más grande del mundo, he visto el espectáculo de fuentes más grande del mundo y he volado en el avión más grande del mundo. Todo en el mismo día.

 

El edificio más alto del mundo. El Burj Khalifa de Dubai.

 

He bailado y reído con niños que viven en una ONG del norte de Tailandia hasta las doce de la noche.

 

 

He pedido un deseo lanzándolo al cielo en una de las famosas linternas naranjas que llenan el cielo de la noche de Chiang Mai, en pleno Loy Krathon

 

lanzando linternas en el Loy Krathon de Chiang Mai.

 

He caminado por un parque nacional completamente solo y sin cruzarme con nadie durante kilómetros.

 

Trekking por la selva de Chiang Mai, Tailandia.

 

He descendido el río Mekong en barco durante dos días y jugado al futbol con los niños de un poblado de las montañas del norte de Laos.

 

Jugando al futbol con los niños de un poblado de Laos.

 

Me he sentido dentro de un documental mientras flotaba distraído en un río, viendo como un grupo de niños jugaba en una vieja canoa.

 

Jugando con unos niños en el río Mekon, en Laos.

 

Me he enamorado de Camboya y se me han saltado las lágrimas mientras llegaban las primeras luces del día, en uno de los templos de Angkor.

 

Ta Prohn, templos de angkor, camboya.

 

He cenado serpiente con unos habitantes de un pueblo flotante de Camboya, con los que compartí cena, cervezas y risas, sin compartir idioma alguno.

Celebré la Nochebuena en una playa de arena blanca y agua cristalinas. Entré en 2015 sentado en la orilla de un río y cambié las 12 uvas por 12 besos.

 

 

He recorrido la mágica Bagan en bicicleta y me he deleitado con sus amaneceres y atardeceres, desde lo alto de algunos de sus 4000 templos.

 

 

He caminado y caminado por Georgetown, en Malasia, dejándome sorprender por cada tesoro escondido en la calle más inesperada.

 

 

Me quemé la espalda haciendo snorkel en las Islas Perhentian, porque cuando tiburones, tortugas y peces payaso se convierten en vecinos, a tu noción del tiempo se la lleva las olas.

 

 

Aprendí que las cervezas con un 12% de alcohol son demasiado para mi poco acostumbrado hígado, pero nunca olvidaré la noche en que acabamos dentro de la fuente que hay justo delante de las Torres Petronas de Kuala Lumpur.

 

 

Agarrado a una roca, a veinte metros de profundidad, en las aguas del Parque Nacional de Komodo, en Indonesia, luchando con unas corrientes brutales y rodeado de tiburones por todas partes, fui consciente, de que el buceo, es para mí mucho más que un hobby.

Me robaron la cartera en Phnom Penh y, pocos días después, me cosieron el brazo en Bangkok. Las dos cosas chocaron frontalmente con mi estado de ánimo… y no consiguieron hacerle ni un rasguño.

 

hospitalización en Bangkok

 

He mirado a la pobreza a los ojos y he aprendido a valorar lo que tengo de una manera que ni me imaginaba hace un año.

 

 

Me he emborrachado de paisajes, de culturas, de sabores, de olores, de sensaciones y de sonrisas. He conocido personas maravillosas, historias increíbles y diferentes formas de ver la vida. He crecido. Y he crecido más de lo que lo he hecho en ninguna otra etapa anterior de mi vida.

Son muchos los que dicen que “he cumplido mi sueño”, sin embargo, yo nunca he pronunciado esta frase. Porque los sueños se acaban y yo… Yo no tengo ninguna intención de despertar de este Viaje Sin Límites.